5 de enero de 2014

El fuego del hogar

Hace unos días el año oficial cambió. Como consecuencia directa de este cambio, las redes sociales se llenaron de "resúmenes del año". Mucha gente hizo un balance de sus logros anuales. Y yo me di cuenta de que este año... no he hecho nada.

Esto último es mentira. O más o menos mentira. Tengo un bebé. Estoy en paro, y cuido de la casa y de mi hijo. Y aunque esto parece que no es nada, creedme, ocupa la vida entera. Me quejo muchas veces de que no tengo tiempo para nada. Ni para escribir. Sin ir más lejos, para escribir cualquier entrada de este blog el proceso implica abrir la ventana de escritura a las ocho de la mañana, e ir escribiendo frase a frase entre una y otra exigencia de atención del niño y de las tareas de la casa. Y es la única manera factible.

Madre e hijo en interior  - Peter Ilsted  (1898)
Mi vida es así, básicamente. Lo cual está muy alejado de la idea del religioso que pasa su tiempo en estudio y meditación. Hablando con un muy buen amigo, me refirió un articulo colgado en la página de Silver Circle a este respecto. En él se habla del concepto usado originalmente por la autora Dolores Ashcroft, el camino del fuego del hogar, una reflexión extremadamente interesante que enmarcada en su contexto es de lo más recomendable. Tal y como lo utiliza la autora original, se trata de la parte de la vida mundana de toda persona que se dedica a una tarea sagrada. Cuando eres joven, parece ser más sencillo encontrar tiempo para una serie de actividades "sagradas", para meditar, para un estudio, para encuentros... cosas que con el tiempo dejan de ser tan relevantes en el día a día, y se ven sustituidas por cosas como el trabajo que te sustenta, el cuidado del hogar, la familia. Dolores lo llama "la tasa" a pagar por la vida mágica. Porque el día a día se nos antoja material y mundano y todo lo opuesto a lo que es espiritual. Y esto es un error.

Por un lado jamás me cansaré de repetir la palabra: equilibrio. Es una de mis palabras favoritas. Los extremos pueden ser interesantes, pero no son buenos. Si una vida es demasiado "espiritual" puedes perder el contacto con la realidad, y por tanto, el sentido de la vida misma.  Vincular lo espiritual a actividades no ligadas a lo terreno y exclusivamente a estas actividades es un desequilibrio importante. Además, reniega de mi segunda palabra favorita: sencillez. Vincularse sólo a actividades "espirituales" es complicarse la vida.

Por otra parte, decidir que lo espiritual está reñido con lo terrenal es de una enorme estrechez de miras y, perdonad que lo diga, una herencia directa de la espiritualidad cristiana que mortifica el impuro cuerpo para acercarse a Dios. Los paganos no somos así. En general, los paganos somos hedonistas, terrenales, y debemos aprender a ver lo sagrado en cada cosa mundana, o corremos el riesgo de perder parte de la esencia de nuestros cultos. Lo espiritual está muy bien, pero está en más lugares de los que pensamos habitualmente.

El trabajo de adoración a mis antepasados y a mis dioses no es menor por no "tener tiempo". Al contrario, cuidar a mi hijo es para mi una tarea sagrada. Desde alimentarlo y jugar con él hasta cambiar un pañal repleto de... dejemoslo en "crema de calabaza".  Y como esto, todas las actividades cotidianas. La cocina, el caminar por la calle, el ganarse el pan... todo es absolutamente sagrado. Cada uno de nosotros debe buscar su forma de honrar y adorar a sus Dioses, tal y como ambas partes mejor sepan y sientan.
Una vez, hace mucho, leí una leyenda hindú en la que una mujer preguntaba a un sabio cómo podía ella adorar a Shiva, si las tareas de adoración no le decían nada. El sabio le respondió que el mejor modo era haciendo aquello con lo que se sintiera realizada y ella dijo: cuidar de mi sobrino. Y el sabio le dijo: a través de tu sobrino, tú adoras al señor Shiva.
Bien, no soy hinduista, pero esta historia si resuena profundo en mí. La mejor forma de ser religiosos es a través de aquello que nos llena, que nos hace plenamente humanos. Y ello nos elevará si es eso lo que buscamos, o nos mantendrá donde debemos estar, si el objetivo es ese.



2 comentarios:

  1. El artículo me recuerda mucho a las discusiones sobre el exceso de división entre lo material y espiritual. Y, a la inversa, la generalización de que todo es material.
    Para mí es algo más dinámico: no todo lo que hago tiene una intencionalidad espiritual o sagrada, pero todo lo que hago tiene un efecto en otros planos y en espiritualidad. Y viceversa, todo lo que realizo a nivel espiritual reverbera y afecta a mi vida material.
    Creo que también es importante conocernos. Y aunque suene un poco cliché, lo comento por la situación en la que nos vemos tirados en el sofá con una pizza y coca-cola encima y nos decimos: “Para mí todo es sagrado”. Creo que ese es momento de decir: “No” y comenzar a hacer algo. :D

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    1. Obviamente, pizza y coca-cola es un extremo. Mola, a veces, pero no es demasiado sano. Nadie celebra la vida dejandola pasar indolentemente.

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