3 de junio de 2014

Endogamia

Existe una endogamia de pensamiento. Es igual que la endogamia genética que todos conocemos, igual de negativa y más común.

La endogamia de pensamiento se produce cuando un grupo de personas que se quieren bien entre sí se cierran a las aportaciones de pensamientos que les son desconocidos o incómodos, bien por decisión o bien por una tendencia natural del ser humano a permanecer siempre en la propia zona de confort.
Lo más extraño es que también se produce de forma individual, cuando una persona se aferra al detalle o a la forma para obviar la entrada de pensamientos distintos.

La endogamia genética lleva a la aparición de rasgos recesivos y de defectos debidos a la degradación del ADN. La endogamia del pensamiento lleva a la congratulación de uno mismo, la obcecación en los propios conceptos y el estancamiento.

Pero la endogamia de pensamiento, al contrario que la endogamia genética, nos gusta. Nos gusta estar confortables. Nos gusta congratularnos. No nos gusta replantearnos las cosas, ni que nos reten.

Odiamos discutir. Consideramos que discutir es pelear, que estar en desacuerdo implica odio y violencia. No imaginamos una discusión en la que lo importante sean los conceptos y no las personas que hablan, donde nada sea personal.

Pero no aceptar las ideas de otros es bueno, se puede responder a esto.
Si, es cierto. Pero, igual que con la genética de masas, dejar entrar ideas nuevas no implica aceptarlas e integrarlas. Hay genes nuevos que no resultan una ventaja. Hay ideas nuevas que no pueden ser imbricadas en el tejido del propio pensamiento. Y es sano que esto ocurra así. Esas nuevas entradas de pensamiento no dejarán descendientes viables. Sin embargo, dejarán abierta la puerta para pensamientos que si nos ayuden a seguir.




No hay comentarios:

Publicar un comentario