23 de septiembre de 2014

Orgullo

No estoy orgullosa de ser pagana. Hay días que incluso me pregunto si soy pagana. Quiero decir, aún tenemos tantos problemas de definición....

No estoy orgullosa de ser pagana igual que no estoy orgullosa de ser blanca, de ser mujer, o incluso de ser madre. No estoy orgullosa de ser cosas que me son connaturales. Tampoco de ser aquellas cosas que he decidido ser por coherencia interna.

Por eso no entiendo el orgullo que se celebra un día al año.

Entiendo que se trata de visibilización. Tal vez de normalización, aunque no sé como la demostración pública y notoria de las características más chillonas de nuestros movimientos pueden normalizarnos. La normalización es un camino que debe andarse día a día y de una forma... bueno, normal.

Pero sobre todo, hay algo en el orgullo que me da miedo. Porque el orgullo define una enorme cantidad de la parte alta del espectro de la autoestima.
Es orgullo cuando te sientes bien contigo mismo. Es orgullo cuando valoras cuanto tienes o cuanto has conseguido en su justa medida. Pero también es orgullo el hibris. Lo es la soberbia. El estimarse en más de lo que uno vale y dar por sentado una capacidad que no se tiene.

Y entonces uno se convierte en Icaro. Como él, vuela demasiado alto y termina irremediablemente cayendo por su propio error.

La caida de Ícaro - Jacobo Pedro Gowy

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