14 de octubre de 2014

Mirando al pasado

Hay algunos momentos en el camino en el que, por las vueltas y revueltas dadas, puedes mirar en la lejanía y ver claramente el pasado. En esos momentos somos casi más que nunca el caminante.

El caminante sobre un mar de niebla - Caspar David Friedrich


Como el caminante del cuadro, hemos llegado a un punto que nos permite mirar a lo lejos. Miramos abajo hacia el pasado, y el futuro, si acaso, se ve aún más lejos. Como el caminante, nos enfrentamos a la niebla que desdibuja el paisaje y le da nuevos matices. Y como el caminante, nuestra posición nos hace ver desde otro ángulo bellezas que en su momento no valoramos.

Tengo un amigo que es ahora mismo el caminante. Y como una parte de nuestro camino ha sido felizmente coincidente, me invita a estar con él en esa cúspide mirando al pasado. Él ha conseguido que mirara más lejos que nunca, y ha recuperado cosas que creía absolutamente perdidas. Y eso se lo agradezco sobremanera.

En ocasiones, un amigo así es un faro que despeja la niebla.

Mirar al pasado puede parecer un ejercicio ocioso, e incluso concupiscente si deseamos usar una palabra con tanta carga moral. Pero cuando el camino ha sido largo, como todos lo son, y hay mucho que hemos dejado atrás, no resulta vano. A veces, podemos ver quiénes fuimos. Y no nos engañemos, quienes fuimos es quienes somos hoy. Ese ayer, esa persona con toda su carga de inocencia y sus defectos, sigue en nosotros y negarla no es el mejor vehículo para seguir adelante.

Nuestros yos pasados eran tantas cosas... entre ellas algunas muy buenas. Mi yo pasado era fresca como un perfume verde. Era divertida y no pensaba en cómo le miraban los mayores. Mi yo pasado era grande, y se lo tomaba todo demasiado en serio y demasiado en broma a la vez. Mi yo pasado estaba hambrienta de experiencia y sedienta de conocimiento. Mi yo pasado quería jugar a ser mamá con los demás y de hecho, solía hacerlo... Mi yo pasado, en definitiva, tampoco estaba tan mal.

A veces, cuando uno hace un alto en el camino como éste el pasado te alcanza. Y yo he decidido abrazarlo. No es que no vaya a negar nunca más lo que fui. Es que deseo amarlo.

Y espero, que dentro de más de diez años un yo futuro del que no puedo imaginar el aspecto decida que quiere amarme a  mí.

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